Este vino premium, que partió por amor, cumple 30 años

Se han producido más de 900.000 botellas de Catalina, de la viña Santa Ema

Tiene una etiqueta de tela que se sigue colocando de forma manual.

Catalina partió como un tributo familiar y se convirtió en el vino importante para la viña Santa Ema y muy reconocido a nivel nacional e internacional. Con más de 900.000 botellas producidas, este brebaje cumple este año 30 años.

El vino se hizo como homenaje a Catalina Moreno, integrante clave en la historia de la familia Pavone, creadores de la viña: "Es un vino tributo con personalidad, que nació de una historia romántica: Don Félix Pavone quiso crearlo en honor a su esposa, la señora Catalina Moreno, quien está próxima a cumplir 93 años. Fue su gran compañera y apoyo en el desarrollo del negocio", explica Andrés Sanhueza, gerente general de Viña Santa Ema. 

Fue calificado como revolucionario en su época porque no sólo llevó a la empresa a dar el primer paso en la categoría ultra premium y de proyectarse con las nuevas generaciones de consumidores, sino porque tenía un diseño rupturista con su etiqueta en tela. "Rompió esquemas. Es una característica super distintiva que, al menos en Chile, no tiene otro vino. Además, la palabra Catalina está escrita de puño y letra de la propia señora Catalina y el icono del árbol fue diseñado por una de sus nietas, transformándolo en un proyecto con sello familiar. Poner esta etiqueta se realiza a mano, se ha intentado automatizar, pero no ha sido posible", destaca.

Cuenta que el vino se ha mantenido a lo largo de los años porque ha logrado mantener una consistencia permanente a lo largo de los años: Es un vino de guarda, que ha demostrado que Chile puede tener vinos de este tipo, algo que antes parecía exclusivo del Viejo Mundo. Las cosechas antiguas, como la de 1998, mantienen su equilibrio e interés a pesar de los años".

Sin embargo, Catalina ha tenido transformaciones en su historia: "La primera cosecha, en 1994 se concibió como una mezcla bordolesa de Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc. Desde 1999, con el descubrimiento del Carmenere en Chile, se sustituyó el Merlot. Este cambio ha permitido que los taninos sean más suaves y redondos, logrando un vino más equilibrado. El Cabernet Sauvignon aporta estructura, el Carmenere suavidad y untuosidad, y el Cabernet Franc la expresión frutal", explica Andrés Sanhueza, gerente general de Viña Santa Ema. 

El ensamblaje tradicional, que se consolidó en 2008, quedó con 72% Cabernet Sauvignon, 20% Carmenere y 8% Cabernet Franc.

En cuanto a su origen, se partió con un viñedo en Peumo, en la zona de Cachapoal, "que aportaba cremosidad y untuosidad al perfil del vino. Desde 2010 se empezó a producir en Maipo Alto, en el Fundo Cerro Blanco: "Fue una tremenda apuesta porque Cerro Blanco está ubicado en las faldas de la Cordillera de Los Andes a 1.000 metros sobre el nivel del mar, con suelos coluviales profundos de 6 a 8 metros, con gran proporción de arcilla y piedras. Su característica principal es la oscilación térmica increíble, fundamental para la elaboración de color y para mantener la acidez natural de las uvas. Y el agua del rio Maipo a esa altura juega un rol fundamental por el carbonato de calcio", explica.

Se pasó de producir 7.000 botellas en 1994 a 70.000 botellas actualmente. En total, se han producido más de 900.000 botellas para Chile y se exporta a mercados como Brasil, China, Estados Unidos.

Catalina se vende en Chile y se exporta a mercados como Brasil, China y Estados Unidos y ha llevado a la viña a meterse de lleno en la "Premiumización": "Aunque el éxito de Catalina ha impulsado a la viña a aumentar su producción, esta tarea es difícil, ya que la viña no está dispuesta a sacrificar la calidad. Planeamos mantener la producción actual en torno a las 70,000 botellas anuales por un buen tiempo".

 

 

Se distingue a la vista por su diseño rupturista con etiqueta de tela.