"El Ñaja" cuenta cómo se convirtió en uno de los repartidores de gas más conocidos de Valparaíso

Carlos Burdiles lleva 30 años en su oficio sobre un triciclo

Partieron cerca de 12 y hoy solo quedan cinco. "Muchos se enfermaron por cargar tanto peso", dice este sureño de 54 años.  

Fecha de publicación

2016-02-15

Escrito por


Rodrigo Sepúlveda S. 


No se acuerda cómo ni por qué lo bautizaron como "El Ñaja", pero el apodo ha acompañado a Carlos Burdiles (54) desde hace 30 años, cuando comenzó a trabajar como repartidor de gas en triciclo por Valparaíso. Su pega -a la que llegó luego de desempeñarse como inspector de micros del recorrido Ovalle Negrete de Santiago, en los años 80- se convirtió en parte natural del paisaje porteño. Cada mañana, don Carlos y sus compañeros recorren las calles del plano de la ciudad para repartir balones Lipigas (empresa a la que prestan servicios) en restaurantes, locales comerciales y uno que otro residente.
Como él, solo quedan cinco: "Partimos alrededor de 12 repartidores. Algunos se cambiaron de trabajo y varios se enfermaron por cargar tanto peso", cuenta Burdiles. A vuelo de pájaro, calcula que carga en su vehículo de tres ruedas unos 300 kilos y realiza tres jornadas de reparto al día. En su ruta diaria cubre desde Avenida Francia con Baquedano hasta Avenida Argentina o Eleuterio Ramírez. "Yo vengo de trabajos pesados. En el sur trabajé en aserraderos, en fundos, así que estaba acostumbrado a echarme al hombro sacos con kilos de trigo", relata, y añade: "Llego todos los días a la central a las 10 de la mañana y salgo a atender a mis clientes. Como el movimiento en el comercio no parte temprano, no tengo que madrugar. Uno mismo tiene que hacerse sus clientes. Mi celular suena a cada rato. Tengo que volver a cargar a la central por lo menos tres veces al día".
La empresa le paga una comisión de 70 pesos por kilo vendido. La ventaja que tiene el servicio que ofrece es que él mismo atiende personalmente a su clientela. Desde atender el teléfono, hasta el despacho, lo que a los comerciantes les da mayor seguridad de que contarán a tiempo con el gas que necesitan.
Carlos Burdiles ha sabido sacarle el jugo a su trabajo e incluso pagó la carrera de su hijo, quien se tituló como tecnólogo médico y hoy trabaja en la Clínica Valparaíso. Con el resto de sus compañeros la competencia no existe e incluso se apoyan para que no se pierda un cliente si el repartidor habitual no puede llegar. "Cada uno tiene sus clientes. Igual si uno se enferma o anda muy lejos de un pedido, siempre hay otro que lo cubre. Nos avisamos por celular nosotros mismos".
-¿No se cansa de llevar tantos años arriba del triciclo?
-No, no, no. Es una pega bien entretenida. Uno está todo el rato en contacto con gente. Personas que te conocen desde hace 30 años. Todos te saludan al pasar. No es como estar todo el día encerrado en una oficina. Si quiero, me echo a descansar un rato o me tomo una bebida hasta que suena el teléfono de nuevo.
-El triciclo es como su guagua, ¿no?
-Me preocupo harto de cuidarlo. Hoy un modelo como el mío debe costar como 300 mil pesos. Hay que estar preocupado de mantenerlo bien. A éste le cambié unos rodamientos de las ruedas para que se mantuviera más firme por el peso de los balones. Quizá lo más complicado es andar con tanto vehículo más grande al lado. Buses, autos, colectivos. No siempre lo respetan a uno.
 


"Todos te saludan al pasar", es lo que le gusta a Carlos Burdiles.

"Todos te saludan al pasar", es lo que le gusta a Carlos Burdiles.

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