Emprender fue el mejor camino para sacar adelante a su hijo

Abigail Sánchez y sus "Masitas Uriel"

El niño sufre de distintas enfermedades, pero en vez de bajar los brazos esta emprendedora empezó a hornear brazos de reina, kuchen, pie de limón y tartaletas para costear los gastos médicos.

Fecha de publicación

2015-08-17

Escrito por


Makarena Zapata R. 


"Nací y crecí en Temuco, pero a los 21 años me vine a trabajar a Santiago como cocinera en distintas casas particulares. Es que de cierta forma crecí mirando las recetas de mi mamá y replicándolas a mi manera porque siempre terminaba cambiando las preparaciones. En el año 2007, gracias a mi ex patrón, Pablo Zoldán, pude entrar a estudiar administración en gastronomía en el Inacap. En ese tiempo me las ingeniaba como podía, trabajaba part time cocinando, de mesera y hasta me las di de banquetera, pero todo cambió cuando nació mi hijo, Uriel".
Así recuerda Abigail Sánchez el episodio que le cambió la vida de un día para otro. Son los recuerdos de una mamá primeriza, de 33 años en aquel entonces, y que en vez de quedarse sola decidió viajar a la ciudad de Los Ángeles para tener a su guagua en compañía de familiares. Allá, un 18 de febrero del 2013 y a duras penas nació Uriel, pero todo como consecuencia de una grave negligencia ocurrida al interior del hospital regional.
"Él quería salir hace horas y pese a mis dolores nadie me tomó en cuenta. Los dos terminamos luchando por nuestras vidas y él se llevó la peor parte porque terminó con una asfixia tan severa que cuando lo vi salir, su cuerpecito estaba de color negro. Sufrí montones porque me dijeron que no iba a vivir, pero luché y luché por él. Para cuando finalmente reaccionó y se estabilizó nos vinimos a Santiago para seguir dando la pelea: teníamos que entrar a rehabilitación y vivir de algo. Ahí se me ocurrió volver a la cocina, pero esta vez con masitas dulces y cosas de repostería".
Esos fueron los primeros pasos de "Masitas Uriel", un negocio que partió en la cocina de Abigail y con un cartón escrito con la frase: "se venden sopaipillas", que tímidamente colgó en una de las paredes del block donde vive. "Hago brazos de reina, pan amasado, pie de limón, picarones, sopaipillas, tartaletas y distintos tipos de kuchenes, pero todo es a pedido, porque mi tiempo depende de la salud de mi hijo. Si él está bien trabajo como loca para cumplir con todos los pedidos, pero si no puedo, pido las disculpas del caso. Siento que a pesar de todas las cosas que me ha tocado vivir estoy contenta porque he recibido ayuda de gente que uno ni siquiera espera. Me cerraron una gran puerta, pero me abrieron una ventana", remata.
-¿Y cómo está Uriel ahora?
-Ahora está estable, pero después de aquel episodio negligente de asfixia quedó con daños irreparables a nivel psicomotor, neurológico y cognitivo. Eso, además de sufrir de epilepsia y una terrible enfermedad degenerativa llamada Síndrome de West, que constantemente le causa espasmos. Los doctores de Los Ángeles me dijeron que mi hijo jamás me iba a sonreír y que ni para la Teletón me iba a alcanzar, pero le hemos dado vuelta la mano al destino. Madrugamos para ir a los controles médicos y seguimos trabajando para poder costear los gastos médicos y de la casa. Cuando él está bien de salud podemos ir a cocinar a las casas particulares a donde trabajaba antes porque al final, me terminé especializando en comida judía, y con eso nos va súper bien.
-¿Qué tipo de sueños te gustaría cumplir con este negocio?
-Bueno, resulta que dentro de toda la gente que me ha ayudado, una amiga me llevó al grupo de emprendedores de la Fundación Banigualdad y como yo no tengo sueldo fijo ellos me ayudaron con mi primer capital para comprar ingredientes e insumos para mi negocio. Cuando eso pasó me sentí súper contenta porque finalmente alguien me estaba dando un espaldarazo para seguir luchando, con eso me pude afirmar un poco más. Hoy lo que más me gustaría es poder tener mi propia pastelería porque si todo sale bien voy a asociarme con Ana María González, que es otra emprendedora y un verdadero ángel para mí y mi hijo. Para cualquier encargo o consulta de mis masitas todos los interesados me pueden llamar al 7-4668710.



"Lo que más me gustaría es poder tener mi propia pastelería"
Abigail Sánchez


La vida le cambió con el nacimiento de Uriel el año 2013.

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Las sopaipillas y picarones fueron la carta de presentación.

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