"He podido comprarme una casa, un auto y darles educación a mis hijos"
Confesiones del único Rey de la Chicha y el Chancho
Luis Lira aprendió a cocinar todos los platos típicos que vende gracias a sus papás, Adolfo y Rebeca, quienes llegaron a Santiago desde Santa Rosa de Pelequén.
Fecha de publicación
2014-09-15
Escrito por
Makarena Zapata R.
A unas pocas cuadras del Cementerio General y una pila de locales dedicados a vender coronas y adornos mortuorios, se alza uno de los pocos pilares que aún les rinde tributo al jolgorio y a los platos típicos. No. No se trata de El Quitapenas, sino de otro restaurante decorado con fotos de Santiago en sus inicios y de Colo Colo, y que lleva más de 50 años atendiendo parroquianos con la promesa de bajar las cortinas cuando el último comensal se haya retirado.
Esa es parte de la tradición que heredó Luis Lira de su padre, Adolfo, quien llegó desde Santa Rosa de Pelequén a Santiago en el año 1960 buscando mejores oportunidades. ¿Cuál fue el primer paso? Comprar parte de un local en plena avenida Recoleta (Recoleta #1389) y junto a su esposa, Rebeca Durán, cocinar y vender colaciones y brebajes típicos a los vecinos y trabajadores de la zona.
"Crecí viendo a mis papás trabajando de sol a sol para atender a la gente y con los años, mi papá se empezó a hacer conocido gracias un puesto que arrendaba en el Parque O'Higgins para Fiestas Patrias. Lo apodaron el Rey de la Chicha, por la calidad del menjunje que traía desde San Javier, en la Séptima Región, y después fue ganando aún más fama por la elaboración del arrollado y pernil artesanal. Él falleció cuando yo tenía 17 años y ahí fue cuando me comencé a hacer cargo del restaurante", cuenta Lira hijo, quien guarda detrás de la barra una corona de plástico que saca a relucir en momentos importantes.
Con toda esa historia a cuestas, este emprendedor rebautizó definitivamente el local de su papá como El Rey de la Chicha y el Chancho en 1986 (ex Santa Rosa de Pelequén), y cuyo sello es la atención personalizada y la preparación de platos caseros como cazuelas, pernil y arrollado con papas cocidas y cilantro y una particular pichanga, que lleva queso, aceitunas, huevo duro, pernil, palta y arrollado. "Esa es la verdadera pichanga, que antes comían los viejos cuando venían a ver a mi papá y que es algo nada que ver con la que venden hoy en día. Aún tengo clientes de esos años y me siento feliz de contar que hoy atiendo a generaciones completas que han pasado por acá", cuenta.
-¿Cuál es la rutina del verdadero Rey de la Chicha y el Chancho?
-Es una que no le deseo a nadie, jajajá. Llego acá tipo diez de la mañana para limpiar y ordenar todo el desorden que quedó el día anterior. Tipo once abrimos a público y empezamos a preparar los platos porque la gente empieza a llegar después del mediodía. Acá siempre meto las manos y cocino como cualquier otro trabajador, porque no por ser el dueño quedo libre de responsabilidades. Cocino de todo menos arroz porque siempre me ha quedado mazamorriento. No sé por qué, pero nunca le achunto a esa receta. Además de los platos, también servimos chicha, pipeño y terremoto que sigo trayendo de San Javier y Chillán, como lo hacía mi papá.
-¿Qué cosas ha podido lograr gracias a este legado que le dejó su papá?
-He podido comprarme una casa, un auto y además, darles educación a mis dos hijos, pero nada ha sido gratis. Este local es el vivo recuerdo de mi papá y por eso lo abro de lunes a lunes. O sea, prácticamente no tengo días libres para disfrutar con la familia o celebrar las fiestas, por lo que me he perdido de harto, pero bueno, una cosa por otra. Recién el año pasado me tomé un día y fue el primero de enero porque abro todos los días sin excepción.
Los platos caseros son el fuerte de la casa.
Luis Lira saca a relucir su corona en momentos importantes.